Entrevista con San Juan Evangelista (I)

Les ofrezco una entrevista con San Juan, que durante mucho tiempo observó la evolución del contrayente masculino desde su puesto preferente en la capilla del Colegio Nuestra Señora del Prado-Marianistas en Ciudad Real.

Padre Melchor: Buenas Tardes

San Juan: Buenas Tardes, aunque como comprenderás aquí en el cielo el concepto de tiempo no existe, de tal manera que lo más adecuado sería decir “buena eternidad”, claro que si alguien está en el cielo, el hecho de que esa eternidad será “buena” se sobreentiende, por eso no lo utilizamos tales saludos.

P.M.: Bueno, entonces, ¿cómo se saludan ustedes en el Reino del Señor?

S.J.: iiiiiiieeeeeeee, ¿qué paaaahaaaa?

P.M.: Vale. El caso es que quería hablar con usted de Ángel.

S.J.: ¿De l@s ángeles? ¿De su sexo, como todos? Qué cansinos los mortales con lo del sexo de l@s ángeles. Pues no, no tienen sexo. Ni falta que les hacen. ¿No ves que no tienen apetencias carnales, pues son seres celestiales? Su único disfrute “mundano” es hacerse cosquillas un@s a otr@s con las plumas de las alas en la planta de los pies.

P.M.: No, no de los ángeles no. Por cierto, que utiliza usted la arroba, pues sí que se han modernizado.

S.J.: Hombre, es que como l@s ángeles no tienen sexo, tampoco tienen género, y como se nos ocurra otorgarles directamente el género masculino, las feministas que tenemos en el cielo (que no hay muchas, ¿sabe?, pero alguna hay) nos montan unos pollos que pa qué. Así que a la fuerza ahorcan.

P.M.: Bueno, que me estoy yendo por las ramas, que no, que yo no quería hablar del sexo de los ángeles…

S.J.: L@s ángeles.

P.M.: Lo que usted diga. Que yo quería hablar de Ángel, de Ángel González, el chaval de Luciana.

S.J.: ¿El chaval que se casa? Sí, hombre, con la chiqueja ésta, la Sonia.

P.M.: Eso es.

S.J.: Qué ilusión, oye, que se me case, primero, que aquí ya habíamos perdido la esperanza, pero, oyes, los caminos del señor son inescrutables; y, fíjate por donde, más ilusión me ha hecho dónde se casa, en la capilla del colegio Marianistas, allí en Ciudarreal. Yo es que estuve allí unos años, colocao en una hornacina, así, según entras, en el altar, pos a la derecha. Y claro, to la vida viéndolo allí desde que era un mozalbete.

P.M.: Por eso, por eso quería hablar yo con usted. ¿Qué piensa de la boda?

S.J.: Pues hombre, ya te he dicho, mucha ilusión. Han tardado un poco en pasar por la vicaría, en mi opinión, pero bueno, una gran alegría, una gran alegría.

P.M.: ¿Cómo era Ángel de joven?

S.J.: Hombre, yo sólo lo veía cuando acudía a la capilla. Allí era un chaval muy serio, muy disciplinado. No abría la boca. Y muy fervoroso al principio en sus rezos.

P.M.: ¿Sólo al principio?

S.J.: Después con el tiempo, ya se sabe, se fue haciendo mayor, le fueron surgiendo dudas… y claro, lo que les pasa a todos, en vez de profundizar en el misterio de la fe para resolverlas, las hormonas se les revolucionan y ya sólo piensan en las chicas.

P.M.: Ya no aparecía por allí

S.J.: Sí, si ir si iba a la capilla, pero casi siempre pensando en la una o en la otra, a ver si la veía, a ver qué tontá le contaba… Y cuando iba con intención religiosa de verdad, era pa pedir perdón por sus pecados, muy arrepentido eso sí, que siempre eran los mismos: que si me quedao embobao mirándole las tetas a ésta, que si me gustaría conocer en sentido bíblico a aquella, que si me toco y me gusta, que si tengo pensamientos impuros con la chica que le gusta a mi amigo… Pero oye, era salir de la capilla y ya se le olvidaba tó, y a pecar otra vez.

P.M.: Como todos

S.J.: Bien lo sabes tú, Melchor, como todos.

P.M.: Ejem, ejem, bueno, y entonces, qué, ¿mucha desilusión con el chaval?

S.J.: Desilusión, desilusión… tampoco. No voy a ocultar que todo estaba preparado para que el chico siguiera el camino del Señor; todos esperábamos que fuese un buen Marianista, pero oyes, que en eso no nos metemos, nosotros lo preparamos todo pero después dejamos al chico que elija. Ante todo, libertad.

(Continuará...)